En una hora desde Bogotá, tres pueblos donde el plan del domingo es simple: manejar poco, comer bien y respirar aire fresco saliendo bogotá un domingo en busca de un buen almuerzo es casi un ritual. La ciudad, con su tráfico y su ruido, empuja a los capitalistas a escapar incluso por unas pocas horas. No son viajes largos o planes complicados: es suficiente elegir una ciudad cercana, pasar uno o dos peajes y sentarse a la mesa para recordar que la vida también conoce leña, trucha fresca o arepa de maíz. Aquí tres opciones a menos de dos horas de la capital. Lea también: la ciudad a una hora de Bogotá, donde pueden almorzar y pescar por menos de $ 50 1. La Calera con un solo peaje, el plan es simple: llegar, viajar al pequeño centro de la ciudad y sentarse en uno de los restaurantes del país que sirven desde parrillas hasta pollo sancocho. Lo que atrae es la vista: desde varios puntos de vista puede ver la sabana de Bogotá como un mapa verde extendido. Es ideal para aquellos que no quieren manejar mucho y prefieren invertir tiempo en el escritorio. 2. Sopóun un poco más al norte, a través de la carretera hasta Tunja, aparece Sopó, a unos 40 minutos de Bogotá. El viaje implica dos peajes, pero se compensa con la tranquilidad de la ciudad, su plaza central y la famosa fábrica de Alpina, que recibe visitantes con helado y postres. Sopó se ha convertido en un destino gastronómico con restaurantes de campo donde reinan las carnes y las sopas de las cucharas. Además, es un lugar para caminar sin entusiasmo, mirar las montañas que lo rodean y comprar un queso fresco antes de regresar. 3. Cajicáapenas más tarde de Chia, a unos 45 minutos de la capital, Cajicá es otra de esas aldeas que mezclan la tradición con la modernidad. El acceso es simple: dos peajes y un camino que generalmente está claro por la mañana. Su lugar es amplio, con la iglesia como protagonista, y alrededor hay restaurantes de comida típica de Cundiboyacense. Ajiaco, Cuchuco y Fitanga son obligatorios. También es un buen lugar para detenerse en las panaderías y llevar almojábanas, que muchos dicen que son los mejores de la región. Salir un domingo a estas aldeas no es solo comer: está cambiando el ritmo, respirando aire fresco y sintiendo que la ciudad todavía está detrás de la esquina.





