Nepal atraviesa su momento más crítico en décadas. En una jornada que quedará marcada en la historia del país asiático, cientos de manifestantes tomaron el Parlamento en Katmandú y lo incendiaron, en respuesta directa a la represión estatal y la censura impuesta por el régimen comunista. La violencia también alcanzó las residencias privadas de altos funcionarios, incluyendo la del primer ministro KP Sharma Oli, que fue completamente calcinada por la multitud.
Una ola de fuego tras la censura total de Internet
Los disturbios comenzaron cuando el gobierno bloqueó todas las redes sociales e Internet móvil para evitar que se difundieran imágenes de las protestas. Sin embargo, esta decisión desató la furia ciudadana. En pocas horas, decenas de miles de personas tomaron las calles, desafiando el toque de queda y enfrentándose a las fuerzas de seguridad.
Violencia y caos: al menos 19 muertos confirmados
Las protestas escalaron rápidamente. La represión policial dejó al menos 19 muertos y más de 80 heridos, según organizaciones de derechos humanos. Las principales ciudades del país están colapsadas. En Katmandú, el Parlamento fue reducido a cenizas, y los manifestantes arrasaron con edificios oficiales, comisarías y propiedades de líderes políticos asociados al régimen comunista.
Renuncia del primer ministro y fuga de políticos
El primer ministro presentó su renuncia horas después de que su residencia fuera atacada. A través de un comunicado breve, aseguró que se alejaba “por el bien de la nación”. No obstante, varios dirigentes habrían abandonado el país en vuelos privados rumbo a Dubái y Moscú, según fuentes extraoficiales.
Un pueblo que ya no tolera el abuso
Nepal enfrenta un panorama desesperante: desempleo juvenil, pobreza extendida, corrupción sistémica y un gobierno que, en nombre de una ideología, ha silenciado voces, limitado libertades y empobrecido a millones.
El detonante final fue la censura total a Internet, considerada por muchos como la gota que rebalsó un vaso lleno de décadas de frustración. «Nos quitaron el trabajo, el futuro, y ahora querían quitarnos la verdad», dijo uno de los manifestantes desde el epicentro de las protestas.





