Setenta y cinco años después de su auge industrial, este pueblo se prepara para transformarse: 35 mil viviendas, 18 mil árboles y una inversión de $2.700 millones La historia de la zona industrial de Bogotá comenzó en el barrio Cundinamarca, en la localidad de Puente Aranda. Corría el año 1951 cuando el entonces Departamento Administrativo de Planificación Distrital adoptó un plan piloto de zonificación que cambiaría para siempre el destino del suroeste de la capital. Ese experimento urbano convirtió a Puente Aranda en el corazón de la industria de Bogotá y, una década después, en 1963, ya se había consolidado como el principal polo de desarrollo manufacturero del país. Empresas del plástico, textiles, metalúrgicas y alimentarias construyeron sus plantas en medio de grandes terrenos y rutas de carga recién trazadas. En los años cincuenta, el barrio de Cundinamarca creció con una mezcla particular: fábricas y viviendas convivían en un mismo paisaje donde chimeneas y ladrillos eran símbolos de progreso. Este crecimiento se formalizó en 1969, cuando la Alcaldía Mayor de Bogotá, bajo el mandato de Jorge Gaitán Cortés, emitió el Decreto 1119, oficializando Puente Aranda como zona industrial de la capital. Con ello, la administración distrital blindó y fortaleció las industrias que ya operaban allí: tabaco, refrescos, textiles, químicos, concentrados, alimentos y licores. Entre 1960 y 1970 el auge fue imparable. Cientos de agricultores llegaron de municipios cercanos buscando empleo en las fábricas y en las nuevas urbanizaciones que comenzaban a poblar los alrededores. Otros trabajaban en los famosos chircales o fábricas de ladrillos, que fabricaban el material con el que se construyó buena parte del occidente de Bogotá. En los años setenta y ochenta, la línea sur del tren de la Sabana, que cruzaba la localidad, se convirtió en un punto clave de conexión. Transportaba pasajeros y mercancías, y en tiempos de desempleo era incluso la alternativa para quienes necesitaban desplazarse por la ciudad. En ese mismo período, el pueblo gitano que se asentó en la zona aportó su comercio y cultura a la economía local, con talleres de reparación de automóviles, comercio informal y una vibrante vida vecinal. Allí operaron durante décadas empresas icónicas, como la Fábrica de Licores de Cundinamarca. Pero con el paso del tiempo muchas industrias se trasladaron a otras zonas más modernas y espaciosas de Bogotá. Aun así, algunas empresas de logística y manufactura continúan en pie, junto a edificios que alguna vez albergaron íconos como el Molino San Luis, la antigua planta de Postobón o el Colegio Salesiano. Ahora, setenta y cinco años después de su nacimiento, la historia de la zona industrial de Puente Aranda se prepara para un nuevo capítulo. La Alcaldía de Bogotá, a través de la Empresa de Renovación y Desarrollo Urbano (Renobo), pondrá en marcha un ambicioso proceso de revitalización urbana. El plan contempla la construcción de 35.000 viviendas en los próximos 20 años, de las cuales 8.928 serán de interés social (VIS) y 1.587 de interés prioritario (VIP). El proyecto, valorado en 2 mil 730 millones de pesos, generará cerca de 154.000 empleos y transformará el paisaje industrial en un nuevo espacio para vivir, trabajar y disfrutar. La inversión priorizada, de 1.350 millones, se financiará parcialmente con aportaciones privadas. El objetivo: aprovechar las estructuras existentes y adaptar antiguos edificios fabriles para construir sobre ellos nuevas viviendas y espacios de uso mixto. Según Claudia Silva, subgerente de Planificación y Construcción de Renobo, las obras recaudarán los recursos necesarios para construir no sólo viviendas, sino también escuelas, centros culturales, hospitales y áreas de recreación. El proyecto incluye 545.122 metros cuadrados de espacio público, 30,8 kilómetros de ciclovías y la plantación de 18.000 árboles, lo que promete darle un nuevo aspecto verde a una de las zonas más densamente urbanizadas de Bogotá. El polígono de revitalización abarcará 541,75 hectáreas y beneficiará a 18.400 habitantes, impactando directamente las localidades de Teusaquillo y Puente Aranda. El área de intervención se extiende desde la Avenida El Dorado (calle 26) hasta la Avenida de Las Américas, y entre la carrera 30 y la carrera 50, pasando por vías emblemáticas como la carrera 39B, Calle 6, Avenida Ferrocarril y Calle 25. Lo que alguna vez fue el motor industrial de Bogotá ahora se prepara para convertirse en un espacio urbano renovado, donde antiguas fábricas darán paso a viviendas, parques y ciclovías. El Puente de Aranda, símbolo de trabajo y transformación, volverá a ser un punto de referencia en la historia de la ciudad: ya no por sus chimeneas, sino por su nueva forma de habitar el pasado.






