El San Bartolomé, el colegio de los jesuitas con 400 años de historia que ha educado próceres, presidentes y millonarios

El San Bartolomé, el colegio de los jesuitas con 400 años de historia que ha educado próceres, presidentes y millonarios

Pasear por los pasillos del Colegio Mayor de San Bartolomé es recorrer más de cuatro siglos de historia. En cada piedra de sus muros, en cada arco y en cada aula, resuena el eco de los jóvenes que, desde la Colonia hasta hoy, han pasado por sus claustros con un mismo propósito: aprender, servir y transformar. Fundada el 27 de septiembre de 1604 por el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero y los primeros jesuitas que llegaron al Nuevo Reino de Granada -José Dadey, Martín de Funes, Juan Bautista Coluccini, Martín de Torres, Bernabé de Rojas y Diego Sánchez-, San Bartolomé nació como una escuela de humanidades, teología y filosofía. Su objetivo inicial era educar a los hijos de los criollos, pero con el tiempo se convirtió en el pilar educativo del virreinato y, posteriormente, de la República. Desde sus primeros años, el colegio se consolidó como un espacio de pensamiento. Allí se enseñaron los fundamentos del latín, la lógica y la teología, pero también la disciplina y la ética que caracterizaron la educación jesuita. En un Santafé aún empedrado y silencioso, el San Bartolomé representó una ventana al conocimiento del mundo. Colegio Mayor de San Bartolomé: cuna de las universidades y la ciencia En 1623, dentro de sus instalaciones, los jesuitas fundaron la Pontificia Universidad Javeriana, hecho que marcó la historia educativa del país. Décadas más tarde, en 1826, cuando el país atravesaba los primeros años de independencia, el edificio del colegio sirvió como sede de la Universidad Central de la República, que luego sería el origen de la Universidad Nacional de Colombia. Es decir, de San Bartolomé no sólo salieron estudiantes, sino instituciones enteras. Su influencia en la educación colombiana es tan profunda que, de alguna manera, cada jesuita o universidad estatal del país guarda algo de su espíritu. |Quizás te interese La invaluable esmeralda colombiana que terminó en manos de los gringos, pesa más de 800 quilates A finales del siglo XVIII, la escuela vivió otro capítulo importante. En 1782, José Celestino Mutis, figura central de la ciencia en la Nueva Granada, impartía allí sus clases de matemáticas y filosofía. También fue un centro de experimentación: en 1906, San Bartolomé adquirió el primer tubo de rayos X que llegó al país, convirtiéndose en un referente científico. En 1910, sus laboratorios y salas albergaron proyecciones ópticas y demostraciones físicas que mostraban la vanguardia tecnológica de su época. Entre guerras, exilios y retornos San Bartolomé fue testigo también de los vaivenes políticos y religiosos de la historia nacional. Durante la expulsión de los jesuitas en 1767, el colegio pasó a manos del Estado y cambió varias veces de nombre y dirección. En 1867 se convirtió en el Colegio Nacional de San Bartolomé, albergando facultades de Letras, Filosofía y Jurisprudencia. Sin embargo, su identidad jesuita permaneció latente. En 1886, después de más de un siglo de interrupciones, los jesuitas recuperaron el control del colegio. Regresaron a sus aulas con la misión de revivir el espíritu original de servicio, fe y excelencia académica que los distinguió desde el siglo XVII. En 1926 se amplió el edificio del colegio y se construyó el emblemático Torreón, estructura que hoy forma parte inseparable del paisaje del centro histórico de Bogotá. Esa torre, con sus ventanas y relojes, es más que una obra arquitectónica: es el símbolo de permanencia de una institución que ha sobrevivido a terremotos, guerras civiles y cambios políticos sin perder su esencia. Una historia que se renueva Con el paso del siglo XX, San Bartolomé siguió adaptándose a los nuevos tiempos. En 1998 abrió sus puertas a las mujeres y, cinco años después, en 2003, celebró su primera promoción mixta. Fue un hito que simbolizó una nueva etapa, en la que la igualdad y la inclusión se sumaron a sus tradicionales exigencias académicas. El colegio también ha sido pionero en preservar su memoria. En 2024, la Pontificia Universidad Javeriana entregó un ambicioso proyecto para digitalizar el archivo histórico de San Bartolomé, que contiene más de 5.400 documentos originales. Se organizaron y preservaron para consulta pública cartas, actas y registros que narran la evolución de la escuela desde la época colonial hasta la modernidad, asegurando que su legado educativo siga siendo accesible para las generaciones futuras. Más que un colegio, un testimonio vivo Hoy, el Colegio Mayor de San Bartolomé no es sólo un monumento arquitectónico ni una institución educativa con más de 420 años de historia. Es un espacio vivo que ha acompañado cada etapa de Colombia: el nacimiento del pensamiento ilustrado, la independencia, la consolidación republicana y la formación moderna. Bajo la dirección de la Compañía de Jesús, su misión sigue siendo fiel: formar hombres y mujeres competentes, conscientes, compasivos y comprometidos. Los principios ignacianos siguen marcando la vida cotidiana de sus estudiantes, quienes aprenden tanto de los libros como del servicio social y la reflexión espiritual. Hoy, cuando desde la Plaza de Bolívar se observa el imponente edificio que mira hacia la Catedral Primada, resulta difícil imaginar que ese mismo lugar fue testigo de los debates políticos del siglo XIX, la creación de universidades y de generaciones enteras que marcaron la historia del país. El Colegio Mayor de San Bartolomé es, en sí mismo, una metáfora de Colombia: ha resistido exilios, crisis, reconstrucciones y modernizaciones, pero siempre ha mantenido la fe en el conocimiento como herramienta de cambio. En sus aulas se capacitaron presidentes, científicos, escritores, sacerdotes y ciudadanos anónimos que, desde distintos ámbitos, ayudaron a construir la nación. Cuatro siglos después, su lema sigue vigente: “Ser más para servir mejor”. Una frase que resume su historia y proyecta su futuro. En cada alumno, en cada maestro, en cada amanecer sobre su torre, San Bartolomé sigue enseñando que educar es también un acto de esperanza. Ver también:

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