La salsa que nació en un pequeño garaje Caleño se convirtió en una tradición familiar y hoy es el sabor más querido de Colombia en la historia de las marcas más queridas del país, hay nombres que evocan familiares, escritorio y tradición. Uno de ellos es Fruco, la salsa que, durante más de siete décadas, se convirtió en una protagonista silenciosa de millones de platos en Colombia. Su historia no comenzó en un laboratorio multinacional o en una gran fábrica, sino en un modesto garaje de Cali, con el sueño de un inmigrante que encontró en los sabores tropicales la oportunidad de reinventarse. Era 1948 cuando Marco Leo Feldsberg, un ingeniero austriaco que había llegado al país después de la guerra, decidió encontrar en el vecindario Santander de Cali, la Frutera Sa colombiana. Su idea era simple: aprovechar la riqueza frutal del Valle del Cauca para producir mermeladas y vinagre. Lo que nunca imaginó fue que, solo dos años después, daría vida a un producto que marcaría generaciones enteras: salsa de tomate Fruco. Junto con Félix Zweig, un ingeniero de alimentos, Feldsberg perfeccionó la fórmula de una salsa espesa y sabrosa y con una acidez equilibrada, muy diferente a la de las marcas extranjeras que apenas llegaron al país. En poco tiempo, Fruco no solo ganó un espacio en las mesas colombianas: se convirtió en sinónimo de sabor casero, ese toque que no podía faltar en arroz, empanadas o en el hot dog en la esquina. FRUCO: De un garaje para convertirse en un ícono nacional, los primeros años de Fruco fueron los de un negocio familiar, con una distribución limitada pero con una calidad que habló por sí sola. Sin embargo, Feldsberg entendió desde el principio que no era suficiente tener un buen producto: Mark tuvo que ser construido. Fue entonces cuando surgió uno de los pilares que la acompañaría durante décadas: la publicidad recordada. | Es posible que esté interesado en la exitosa carrera del colombiano que dirige la historia de Beatriz Pinzón, la fea más codiciada de la televisión «Como Fruco no hay nada lo mismo» fue más que un eslogan; Era una promesa de sabor que los consumidores asociaron con la confianza. Esa combinación de calidad, marketing y una red de distribución cada vez más robusta provocaron que Fruco crezca hasta que se expandió en todo el país en los años cincuenta. En menos de dos décadas, había pasado de un garaje Caleño para ocupar un lugar privilegiado en las cocinas colombianas. La botella, con su diseño apenas modificado con el tiempo, se convirtió en un símbolo de tradición. En él, muchos colombianos reconocen no solo un producto, sino también la continuidad de los recuerdos familiares, los almuerzos de la casa y los encuentros alrededor de la comida. El salto al mundo del éxito multinacional no pasó desapercibido. En 1962, la compañía estadounidense Best Foods adquirió Fruco, y con él comenzó una nueva etapa de expansión y tecnificación. La marca ganó músculo financiero y acordó mejores canales de distribución, sin perder de vista su identidad local. Años más tarde, en 2000, Fruco se convirtió en parte de Unilever, un gigante global de consumo masivo que lo incorporó a su cartera sin modificar la esencia que lo había hecho único: la conexión con el consumidor colombiano. Desde entonces, Fruco no solo es un producto clave en el país, sino también un ejemplo de cómo una marca local puede convertirse en un estándar dentro de una multinacional. Hoy, Fruco representa más del 50% del mercado de salsas en Colombia y está presente en la mayoría de los hogares. Se estima que millones de botellas en el país se consumen cada año, un indicador de su relevancia cultural y comercial. La evolución de Fruco sin perder su esencia, Fruco ha logrado reinventarse mientras sigue siendo fiel a su receta original. En los últimos años, ha lanzado nuevas categorías como guisos listos para ver, salsas BBQ y Mayonas. Una de sus innovaciones más comentadas fue la receta artesanal, presentada en contenedores de vidrio y hecha sin colorantes ni conservantes, apelando a un consumidor que busca productos más naturales y sostenibles. También ha desarrollado versiones bajas en sodio y opciones de luz, adaptándose a nuevas tendencias de alimentación saludable. Sin embargo, detrás de cada lanzamiento hay un esfuerzo por mantener el mismo «secreto de sabor» que lo hizo famoso. El sabor de que la cultura se convirtió en la marca no se ha quedado atrás en el mundo digital. Con campañas en redes sociales y activaciones innovadoras, Fruco logró conectarse con nuevas generaciones. Un caso recordado fue el de su mayonesa con leche, que se convirtió en una tendencia y mejoró sus ventas gracias a la voz a la voz en las plataformas digitales. Más allá de las cifras y las ventas, Fruco es hoy parte del patrimonio cultural colombiano. Está asociado con la Navidad, con el perro caliente del estadio, con la empanada de la esquina y con las recetas de la abuela. Es, en otras palabras, un sabor compartido por varias generaciones. Que una marca nacida en un garaje Caleño permanezca en vigor después de más de 70 años no es accidente. Es el resultado de una combinación entre la visión empresarial, la calidad del producto y una comprensión profunda de la cultura colombiana. Ver también:





