La sala de Caracas donde el doctor José Gregorio Hernández «opera sin bisturí»

La sala de Caracas donde el doctor José Gregorio Hernández "opera sin bisturí"

No hay batas blancas ni estetoscopios en esta sala, pero sí muchos «pacientes». Quienes se preparan para tratarlos no son médicos, sino espiritistas. Todos vienen aquí buscando curación, y para ello los médiums invocan el espíritu del médico José Gregorio Hernández, figura de culto en el sincretismo en Venezuela y que será santo, por decreto del Vaticano, a partir de este domingo.

En este centro caraqueño –fundado en 1999 y ubicado en Petare, el barrio más grande de América Latina– hay hombres y mujeres que se definen como espiritistas y se llaman “hermanos”, con jerarquías visibles por el color de su túnica: morado para los que recién comienzan como “materia”, rojo para los que tienen años de experiencia, y marrón, el color que solo viste el jefe.

En la sala de espera hay quince sillas ocupadas por creyentes y un cartel que indica el precio de la sesión: 20 dólares estadounidenses.

Detrás de una cortina, Bernardo Toledo atiende a un joven que llegó apoyado en muletas. Lo acompañan su madre y su hermana, ambas devotas de José Gregorio.

Toledo, quien viste una túnica roja, dice que para esta curación ha incorporado a su cuerpo un espíritu llamado Ignacio Cuba. Utiliza unas pinzas, como simulando una operación, porque lo importante, según explica, es la energía, que extrae de imágenes y esculturas de José Gregorio.

“Antes de empezar, antes de hacer una curación, lo primero que capto es la energía de José Gregorio Hernández”, dice Toledo o Cuba, según la perspectiva de quien lo escuche.

Fotografía del 15 de octubre de 2025 que muestra un sombrero y un maletín que pertenecieron al médico José Gregorio Hernández, en Caracas (Venezuela). EFE/Ronald Peña R

fe

Violeta, de 53 años, buscó ayuda por primera vez en un hospital público después de sentir malestar en el estómago. Allí le recetaron varios estudios médicos que debía realizar en una institución privada. Aunque en teoría los servicios de salud pública deberían ser gratuitos y de calidad, en la práctica muchos centros carecen de suministros, equipos y personal suficientes.

Ante la imposibilidad de pagar los estudios -valorados en unos 380 dólares- Violeta acudió al centro de Petare. Allí le realizaron una «curación». Esa experiencia fue tan significativa que regresó acompañada de su hijo, el joven de las muletas, y también de su hija.

Violeta y su familia depositan su fe en José Gregorio Hernández, a quien consideran capaz de conceder milagros. Su devoción nació hace años, cuando su hija recién nacida fue hospitalizada con bacteria.

«No lo vi, pero sí lo sentí», dice Violeta.

Fotografía tomada el 15 de octubre de 2025 donde se ve a personas caminando frente a un mural del médico José Gregorio Hernández, en Caracas (Venezuela). EFE/Ronald Peña R

el jefe

El segundo piso del centro está lleno de altares donde hay personajes históricos venerados por el sincretismo local: María Lionza, la Primera Negra y hasta el Libertador Simón Bolívar. El humo del tabaco viaja y se mezcla con el olor a coco y manzana, elementos que se utilizan alrededor de un círculo rodeado de velas donde se realizan los rituales.

Aquí todos fuman, menos Carlos Bracamonte, el de la túnica marrón. El que dice que todo empezó cuando era niño y nada podía curar un “ataque de lombrices” que le salían por la nariz. Luego se encomendó a José Gregorio y encontró un remedio. Comenzó a practicar el espiritismo a los 16 años y empezó a fumar tanto tabaco que empezó a quedarse ronco.

Pero esa ronquera no era normal y decidió acudir a un médico del hospital, guiado –como él dice– por recomendaciones del más allá. Y aquí recibió la noticia: que la ronquera era un tumor encima de sus cuerdas vocales.

Tras las intervenciones quirúrgicas pudo recuperarse, confiando siempre a José Gregorio. De eso hace 11 años y ahora tiene 59. Aquel cáncer, ya erradicado, dejó un hueco por el que ahora pasa el aire mientras explica que José Gregorio es un espíritu de «alta luz», por lo que «no puede poseer cuerpos».

«Destacar» es sólo una de las características que este centro atribuye a quien, más de un siglo después de su muerte, es recordado como el ‘médico de los pobres’. Durante su vida, José Gregorio trabajó en su Isnotú natal, Trujillo, aunque su trabajo se extendió a otros estados andinos, como Mérida y Táchira, y también a Caracas, donde falleció a los 54 años, atropellado por uno de los pocos automóviles de la época.

Desde entonces, su veneración fue reconocida por la Iglesia católica, que lo designó Siervo de Dios en 1972, beato en 2021 y santo, el primero en Venezuela junto a la monja Carmen Rendiles, quien será canonizada en el mismo acto.

Aunque los venezolanos han venerado la figura del médico-santo durante décadas, en una carta que José Gregorio envió hace 137 años a su amigo Santos Aníbal Dominici dice:

«Todos mis pacientes han mejorado, aunque aquí es muy difícil curar a la gente, porque hay que luchar contra las preocupaciones y la ridiculez que tienen arraigadas: creen en el mal, en las gallinas y las vacas negras, en los remedios que se hacen diciendo palabras misteriosas; en fin, nunca imaginé que estuviéramos tan atrasados ​​en estos países», informa la revista SIC, de la Fundación Centro Gumilla, Centro de Investigación y Acción. Social de la Compañía de Jesús en Venezuela.

EFE

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