En Gachalá, una mujer encontró una esmeralda de 858 quilates que cambió la historia de la joyería colombiana. Durante la década de 1960, en plena fiebre de las esmeraldas, un descubrimiento en Gachalá, Cundinamarca, sacudió al mundo de la joyería. En medio de las verdes montañas y las dolinas donde los guaqueros buscaban fortuna, una mujer encontró lo impensable: una piedra de un verde intenso, puro, de proporciones casi míticas. Su descubrimiento fue una sorpresa total. Pesaba 858 quilates y pronto se haría famosa como la Esmeralda Gachalá. La historia de ‘La Emilia’, la joya que deslumbró al mundo Esta impresionante piedra, dotada de las características únicas de las esmeraldas colombianas -color vivo, transparencia y pureza excepcional- fue nombrada ‘La Emilia’, en honor a la guaquera que la descubrió. Su tamaño era enorme: más de tres libras de peso. Pero más allá de los números, lo que realmente lo hacía especial era su hipnótico verde, un tono tan intenso que parecía contener el alma misma de las montañas de Cundinamarca. Esmeralda ‘La Emilia’. En los años siguientes, la fama de esta joya empezó a trascender fronteras. Coleccionistas, expertos y comerciantes de piedras preciosas ponen sus miras en él. No era de extrañar: rara vez se había encontrado una esmeralda de ese tamaño y calidad. Así terminó en Estados Unidos esta invaluable esmeralda colombiana. La popularidad de la Esmeralda Gachalá llegó a oídos de Harry Winston, el legendario joyero estadounidense conocido como el rey de los diamantes. Winston, que había brillado en el mundo de la alta joyería desde joven, se dedicó a adquirir las piedras más valiosas del planeta. En 1952, la revista Life lo describió como el hombre con la segunda colección de joyas históricas más grande del mundo. Harry Winston. En su incansable búsqueda de piezas únicas, encontró ‘La Emilia’, y no dudó en adquirirla. Pagó por él una suma cercana a los 28,5 millones de dólares, un precio astronómico para la época. Quedó impresionado por su tamaño, su brillo y su origen: una piedra nacida en las entrañas de la tierra colombiana, donde las esmeraldas alcanzan su mayor esplendor. Pero Winston no era sólo un comerciante de lujo, también era un filántropo que creía que las grandes joyas debían ser admiradas por todos. Por ello, en 1969 decidió donar la Esmeralda Gachalá al Instituto Smithsonian, el complejo museístico más importante de Estados Unidos. Con este gesto, la piedra monumental abandonó su tierra natal para convertirse en una de las joyas más admiradas de la colección americana. No era la primera vez que Winston realizaba un acto así: diez años antes ya había donado el famoso diamante Hope, una de las gemas más emblemáticas del mundo. Una joya colombiana que brilla lejos de casa Hoy, la Esmeralda Gachalá forma parte de la colección de gemas y minerales del Museo Nacional de Historia Natural de Estados Unidos, en Washington, DC. Allí reposa junto a más de 2500 piedras preciosas, dentro del Salón de Geología, Gemas y Minerales Janet Annenberg Hooker, una de las exhibiciones más visitadas del museo. Su presencia en ese lugar es un silencioso recordatorio del valor y la grandeza de las esmeraldas colombianas, reconocidas en todo el mundo por su incomparable belleza. Aunque ‘La Emilia’ ya no está en su tierra, su historia sigue siendo motivo de orgullo nacional: una joya nacida del corazón de Cundinamarca que llevó el nombre de Colombia a lo más alto del mundo de la joyería. Un tesoro colombiano que, aunque hoy brilla en vitrinas lejanas, sigue representando la majestuosidad, la pureza y el encanto eterno de las esmeraldas que nacen en esta tierra. Mirá también: Quién es el dueño de Megatiendas, la tienda cartagenera que pelea contra Olímpica en la Costa y avanza en el país





