el paraíso oculto en Islas del Rosario que los “Mellizos” pudieron esconder por más de 20 años

Isla Gigi: el paraíso oculto en Islas del Rosario que los “Mellizos” pudieron esconder por más de 20 años

En el primer gobierno de Uribe, la isla había sido incautada por la oficina del fiscal, pero debido a la falsedad en la documentación, el SAE no había podido tomar posesión de ella cuando la policía comenzó a romper los muros en dos apartamentos en el norte de Bogotá no imaginó que se encontrarían con la mayor montaña de dinero que lo habría absorbido en una sola operación con un narco. Esa noche de octubre de 2001, la Policía Nacional se mostró ante las cámaras docenas de cajas llenas de billetes de $ 100. Hubo 35 millones. El general Luis Ernesto Gilibert, entonces director de policía, dijo que la operación de inteligencia para llegar a la incautación millonaria tomó un año. Fue una operación en la que participaron la DEA, la oficina del fiscal y la oficina del Fiscal General. Fue en ese momento la mayor convulsión de efectivo en la historia del mundo. Lea también: La megalota de Narcos en Cartagena con una playa privada que Petro busca vender por $ 298 mil millones que el hallazgo marcó el comienzo de la caída de Víctor Manuel y Miguel Ángel Mejía Múnera, mejor conocido como los gemelos. Dos hombres que, del Valle del Cauca, construyeron un emporio criminal que combinaba el tráfico de drogas y el paramilitarismo. La incautación reveló cómo funcionaban sus operaciones: utilizaron apartamentos lujosos en Bogotá como ‘bancos privados’ para ocultar las ganancias millonarias dejadas por la venta de cocaína. El golpe fue tan grande que la embajadora de los Estados Unidos en ese momento, Ann Patterson, lo describió como un claro ejemplo de la efectividad de la cooperación entre los dos países. Después de ese episodio, el nombre de los hermanos dejó de estar en las sombras. Los gemelos comenzaron a aparecer como protagonistas en la lista de los Capos más buscados. Estados Unidos solicitó su extradición y la policía colombiana reforzó la persecución contra ellos. Pero los hermanos no solo eran narcotraficantes: también habían encontrado en el paramilitarismo un vehículo para expandir su poder. Hicieron comandantes del bloque a los vencedores de Arauca de las fuerzas de defensa propia unida de Colombia, con la que intentaron desmovilizar en 2006, aunque detrás de esa fachada continuaron moviendo toneladas de drogas. La suerte fue sellada entre 2008 y 2009. En abril de 2008, en una operación en la antioquia de Bajo Cauca, la policía dio a conocer a Víctor Manuel, conocido con el alias de «Pablo Arauca» y «Chespirito». Días después, Miguel Ángel fue capturado mientras se escondía en la cala de una tractomula en Tolima. Un año después, fue extraditado a los Estados Unidos por delitos de narcotráfico. Los gemelos habían estado fuera del mapa criminal. Pero su legado todavía estaba intacto en los bienes que, directamente o a través de testaferros, continuaban en funcionamiento. Entre ellos, una joya en el Caribe Colombiano: la isla Gigi. El refugio caribeño de los gemelos ubicado en las Islas Rosary, frente a Cartagena, la isla Gigi parecía un pedazo de paraíso privado. Con playas exclusivas y un hotel de fachada, pero lujoso, en el que se cobraron tres millones de pesos por persona por noche, un centro de turismo de lujo fue durante años. Lo que pocos sabían era que detrás de ese negocio el rastro de la Mecnera Mejía estaba oculto. Lea también: El ‘pupis’ de Barranquilla que se enredó con el clan de la mafia de los gemelos Mejía, la isla había pasado al estado en 2005, en el primer gobierno de Álvaro Uribe, pero después de un proceso de extinción de dominio. Sin embargo, un ‘error’ en el registro la dejó camuflada bajo otro nombre: la isla Kalúa. Este error permitió que el lugar siguiera en manos de los ocupantes, de los cuales dicen, vinculados a los gemelos, quienes lo usaron como si nada hubiera sucedido. La explotación ilegal permaneció gracias a los mismos administradores de 20 años, que nunca abandonaron el lugar y lo ofrecieron como un destino turístico exclusivo. Era solo 2025 cuando la Sociedad Especial de Activos (SAE), hoy al jefe de Amelia Pérez, corrigió ese vacío y anunció la recuperación de la isla. La diligencia incluyó visitas técnicas, la caracterización de la propiedad y la salida voluntaria de los ocupantes. La isla Gigi no solo representa un valor turístico invaluable en el Caribe, sino también un recordatorio de cómo el tráfico de drogas utilizó la geografía estratégica de las islas para sus negocios. Las Islas Rosary, con docenas de Keys y Ensenadas, se convirtieron en puntos ideales desde los años ochenta para esconder botes rápidos, buques de suministro y envíos de envíos a América Central y, desde allí, a los Estados Unidos. El aislamiento, combinado con el lujo del turismo, ofreció el camuflaje perfecto para lavar el dinero. La recuperación de Gigi, entonces, no es solo un golpe administrativo. También es la revelación de un pasado en el que la belleza natural del Caribe sirvió como refugio del crimen. Hoy, la isla pasa al inventario del Fondo para la Rehabilitación, la inversión social y la lucha contra el crimen organizado (Frisco) y está bajo la administración del SAE, que promete darle un nuevo curso. La historia de la isla Gigi condensa varias de las paradojas del país: un paraíso natural se convirtió en una guarida de Narcos, un bien incautado que permaneció oculto durante décadas por un error burocrático y un estado que, 20 años después, logra recuperarlo. Detrás está la sombra de los gemelos, cuyo otoño comenzó con millones de dólares apilados en cajas de cartón y terminó con uno muerto y el otro extraditado. Hoy, lo que una vez fue un símbolo del poder de la mafia, vuelve a manos del estado. El desafío es que este pedazo de Caribe deja de ser un recuerdo de la ilegalidad y se convierte en una oportunidad para las comunidades y para el recuerdo de un país que aún recupera las huellas de su pasado criminal.

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